miércoles, 16 de septiembre de 2015

Fragilidad que no perdona...

    


 

  Algo que ni el dinero puede comprar, tal vez este sirva para alargar un poco esta fragilidad, pero no por  mucho tiempo.
    Recuerdo el doble trasplante al corazón y pulmón de Sandro con un encabezado en los noticieros y periódicos  que decía “Cantante Sandro superó exitosamente su doble trasplante”, claro decía yo, tan fácil cree el que es la vida ya que tiene dinero y patrimonio, y aún así murió al mes y medio de haber sido trasplantado. Luego de eso pensé, así de frágil es la vida don Sandro, ni todo el dinero del mundo puede contra la muerte, que como dicen es lo único seguro al fin y al cabo.

    Muy bien lo sé, hace dos años exactos murió el hombre de mi vida, no un novio o un marido, mi padre, un ser maravilloso, grande, alegre, imponente, lleno de amor y compasión.  Cuando sucedió esto le pregunté a Dios muchas cosas saben, en primer lugar con angustia y rabia, luego con mas calma y resignación.

     ¿Acaso los seres humanos luchamos egoístamente para mantener la vida de un ser querido?, eso creí hasta que mi padre enfermó. Pues no es así, más que nada es para que mantenga una calidad de vida lo más digna y grata posible, tratando de que disminuya el sufrimiento y atenuar el dolor. Aunque  es algo agotador saben, la preparación de algo inevitable  nos lleva a la resignación. En el momento en que un médico se acerca y te dice con condescendencia “no hay nada más que hacer”, es cuando incluso pasa por tu mente el cómo y de que forma le dirás a los niños cuando llegue el día, o en donde conseguir un sinfín de cosas para el funeral o llamar a la familia que incluso no has visto en años.

   Y llega el día, y aunque pienses que estás preparado, pues no, no es así. Creí haber estado cien por ciento consciente del estado de mi padre y de su situación de desahucio. Ese día en particular cuando mamá me despertó y me dijo “se fue nuestro viejito” mi desesperación y llanto fue algo sin control, igual o peor que el aviso de una muerte inexplicable y repentina. Aunque luego con el tiempo, no diré que es un dolor que disminuye porque estaría engañándome, pero si es algo con lo que aprendes a vivir.

    Lo que intento cada día es cerrar mis ojos, oír su sonrisa, escuchar su voz y memorizar su rostro, mi miedo más grande es olvidar esos detalles de él.

    Lo más frágil que tenemos en la vida es ella misma y el momento en donde termina, aunque para mí no termina, los recuerdos de quienes quedamos mantienen la vida de nuestros seres amados.

   Mi consejo: quieran  cada día, disfrútenlo al máximo y si no fue un buen día, intenten buscar el lado positivo de todo, incluso de los momentos negativos, ya que de estos siempre hay algo que aprender para mejorar la vida además, nunca estamos solos, siempre hay personas que nos levantan el ánimo o calman nuestras ansiedades . Rían de los chistes de sus amigos, amen con el alma,  huelan con los ojos cerrados ese rico café por las mañanas, respiren hondo luego de la lluvia, observen a su alrededor y maravíllense con los detalles que marcan la diferencia.

   Antes de terminar quisiera recomendarles un libro de uno de mis autores favoritos Mitch Alborn, reconocido por  “martes con mi viejo profesor”. El libro  es “Llamadas desde el cielo”, Todo el mundo comienza a hablar de Coldwater, una pequeña ciudad cerca del lago Michigan, cuando sus habitantes empiezan a recibir llamadas del más allá. Tess se comunica con su madre; Katherine, con su hermana, que murió hace cuatro años; el policía Jack, con su hijo Robbie, muerto en la guerra de Afganistán, y la joven Kelly recibe llamadas de una amiga recientemente fallecida. ¿Es el mayor milagro jamás visto o un engaño masivo? Sully Harding, un padre de familia muy afectado por la muerte de su esposa, y Amy Penn, periodista del programa Nine Actions News, de Alpena TV, empiezan a albergar serias sospechas de que las supuestas comunicaciones celestiales son un engaño y deciden investigar a fondo el asunto. Muy pronto, el pueblo se divide entre los que se lo creen todo a pies juntillas y los escépticos. Pero ¿quién es finalmente el responsable de las llamadas que se reciben en Coldwater?

    No solo reflexiona acerca de la fugacidad de la vida o la búsqueda de un sentido a la vida, también delibera sobre aspectos actuales como las TIC -tecnologías de información y comunicación- que aíslan a las personas de su entorno más cercano mientras que, paradójicamente, las posibilidades de establecer relaciones a larga distancia se incrementan con cada nuevo progreso; permiten difundir una noticia a través de Internet en tiempo real y a nivel mundial- por ejemplo, La primavera árabe en Egipto-; o el uso moral que realicemos de las mismas. Además, Mitch Albom analiza la especulación, la corrupción política –e incluso eclesiástica-, la imposición de creencias, el conflicto entre religión y ciencia, entre otros.

    Es una novela esperanzadora que proporciona al lector una importante lección sobre las segundas oportunidades en la vida. Mitch Albom nos da una razón para creer en imposibles a través de un gesto tan cotidiano como levantar el auricular de nuestro teléfono reflexionado acerca de cuestiones actuales como el poder de los medios de comunicación, el uso de las nuevas tecnologías o la especulación económica. Una novela concebida para satisfacer a los seguidores incondicionales del escritor estadounidense, pero también para aquellos que necesitan un acto de fe en tiempos tan difíciles y convulsos; porque no es lo mismo oír que detenerse a escuchar. ¡Ring, ring!


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